domingo, 22 de noviembre de 2015

TRIBU RICA, TRIBU POBRE

El siglo XIX se caracterizó por la colonización de África por parte de las potencias europeas necesitadas de materias primas y nuevos mercados en tiempos de la Revolución Industrial. Franceses y británicos se llevaron la parte del león y surgieron famosos exploradores como David Livingstone o Henry Stanley. Pero el más prestigioso  de ellos sin la menor duda fue sir Meth Oment Hodoh, destacado intelectual y antropólogo de la época, amén del lugar que le corresponde en la historia por sus extraordinarios descubrimientos en las  exploraciones que llevó a cabo.

En un documental de la BBC sobre este polifacético aventurero y científico destacaban sus extraordinarias aportaciones en el terreno antropológico por la diversidad de tribus que estudió en África Oriental describiendo prolijamente las diferentes costumbres de las mismas.

Me llamó especialmente la atención el relato de una de sus aventuras por tan remotas tierras, ya que se encontró con una de ellas  que presentaba unas singularidades desconocidas en aquellos territorios y que a día de hoy no se explican, aunque no se hable mucho de ello ya que es uno de los estudios más desconocidos de sir Meth.

Al parecer, según explicaban en el documental, en el transcurso de una de sus exploraciones llegó a unos territorios donde corría el rumor entre muchos poblados de aquella zona que en un remoto valle, de difícil acceso y rodeado de elevadas cumbres, había una tribu cuyos pobladores padecían una extraña enfermedad que les había conducido a un estado de locura colectiva. Según las tribus vecinas unos iban con  extraños ropajes, otros decían cosas rarísimas en extraña lengua y a los que se les entendía lo que decían tampoco se les entendía. Algunos de los más jóvenes y osados treparon por las cuestas y  los detalles que contaban a su regreso de lo que sucedía en aquella curiosa tribu provocaban la hilaridad de pueblos situados a muchas leguas de la misma. Sin embargo, estos pueblos primitivos no se atrevían a cruzar las montañas ya que los brujos de sus poblados les advertían del peligro de contagio que correrían si lo hacían con las terribles consecuencias que podría suponer.

Sir Meth, hombre de ciencia, contrató a un grupo de nativos entre los menos supersticiosos para realizar una expedición  y atravesó las cumbres que llevaban al valle. Su primera impresión era que aquella tribu debía padecer algún mal de la mente desconocido en la época pero, impulsado por su curiosidad científica, inició una investigación para conocer cuáles eran las causas de aquel extraño caso de enajenación colectiva. En lo primero que reparó fue en el hecho de que el Jefe y los miembros del Consejo de Ancianos parecían ser los más afectados por aquella insólita enfermedad. El único parecido que encontró entre aquella tribu y las que había conocido hasta ese momento era que todos eran negros como tizones.

Antropólogo de formación empezó a hablar con los indígenas más sencillos gracias a que alguno de los valientes expedicionarios que consiguió contratar y conocían la lengua de este pueblo le hacían de traductor. Observó que tan terrible padecimiento no estaba tan acentuado entre estos últimos y trató de dialogar con ellos para conocer el origen de tan rara  locura. Aunque dependiendo de con quienes hablara le decían una cosa o la contraria, su indudable perspicacia y talento científico le llevaron a atar cabos para sacar conclusiones.

Gracias a sus indagaciones conoció que en aquel recóndito valle había tribus diversas que habían estado gobernadas por un tirano que se había impuesto al Consejo General de las Tribus del Valle en una terrible guerra que sembró aún más la discordias tribales. Una de estas tribus, que se encontraba en el otro extremo del valle,  era un pueblo vago y dado a la rapiña, que cuando no estaban durmiendo estaban celebrando rituales, bailando extrañas danzas  y bebiendo licores que obtenían de su frondosa vegetación que los mantenía en estado de plácida felicidad. En realidad no daban un palo al agua porque su tierra era fértil y su clima benigno. Se alimentaban de los frutos que surgían por generación espontánea y de la abundante caza que, confiada, acudía a ellos para dejarse guisar. Desafortunadamente para ellos el tirano devastó sus ricas tierras y empezaron a sufrir los rigores del hambre. Acuciados por la necesidad los más jóvenes buscaron otras tierras en las que encontrar alimentos llegando  a la tribu en cuestión, dónde había más prosperidad. En los estudios antropológicos de este científico observó que los habitantes del pueblo vago se volvieron hacendosos, pero que por alguna desconocida razón para él habían contagiado a la tribu afectada su afición por quedarse con lo ajeno. Sir Meth llegó a la conclusión, teniendo en cuenta las limitaciones del conocimiento científico de la época, que ésta debió ser una de las causas de tanta enajenación colectiva. Se dio cuenta de que el Jefe de aquella tribu y su Consejo de Ancianos eran irrecuperables y en su delirio mostraban preferencias por otros pueblos de fuera del valle que tenían por costumbre llevar extraños y pesados ropajes en contraste con los taparrabos habituales que vestían los autóctonos de aquellas tierras para mejor soportar las altas temperaturas tropicales y, además, eran tan raros que hasta se postraban varias veces al día mirando al este entonando extraños susurros. Sir Meth temió realmente porque aquella nueva tribu que llegó allí les provocara un contagio aún más terrible que el de la tribu vaga a un pueblo con tan pocas defensas inmunológicas. El preocupado estudioso se marchó apresuradamente de aquel valle en busca de alguna medicina o antídoto que evitara males aún mayores para aquella extraña tribu. Desgraciadamente unas terribles fiebres acabaron con su vida días después y hasta recientes fechas no se han encontrado los escritos de este (el último y desconocido hasta hace poco)  brillante trabajo.

Concluía el documental explicando que, aunque haya transcurrido bastante más de un siglo de aquella expedición, en la actualidad disponemos de los medios para explorar aquella zona e intentar encontrar tan recóndito valle, para comprobar si aquel pueblo todavía existe por si todavía hay posibilidades de salvarlos tratando tan terrible dolencia o si aquella enajenación colectiva los condujo a su autodestrucción

Lástima que como la prioridad de Occidente sea ahora combatir el terrorismo yihadista este documental haya pasado desapercibido y no nos preocupemos por saber que ha podido ser de esta desnortada tribu. La esperanza que nos queda para intentar salvarla es que Rajoy ya nos ha sacado de la crisis, nos sobra el dinero y un presidente tan solidario como el nuestro no dudará en acudir en su ayuda  por si aún estuviéramos a tiempo y quedara alguna posibilidad de curación para ellos.

Fermín.
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