domingo, 28 de diciembre de 2014

LOS BANQUEROS Y LA TETA DE PAPÁ


Ha ya algún que otro mes que en La Sexta Noche trataban la cuestión de las ayudas públicas al sistema financiero. En un momento dado el socialista Antonio Miguel Carmona, profesor de economía y candidato a la alcaldía de Madrid desveló el dato de que desde la crisis del petróleo de los años 70 hasta la actualidad la cantidad de ayudas públicas de la banca supera a su aportación a la sociedad vía impuestos. Airados que respondieron los señores que tenía enfrente (con Paco Marhuenda y Eduardo Inda a la cabeza) ante tamaña blasfemia a la religión verdadera. Dejaron pasar el sacrilegio ante la falta de datos y conocimiento de tan brillantes defensores del actual gobierno.

Lo realmente cierto es que las ayudas para que no se desplomara el chiringuito nos han costado a los contribuyentes cerca de 55.000 millones de euros en ayudas directas (de los que 40.000 proceden del rescate financiero que nos ha concedido Europa). De esta cantidad el FROB ya da por perdidos cerca de 37.000 millones. A esto hay que añadir más de 50.000 millones en avales del Estado o los Esquemas de Protección de Activos por los que el Estado, para favorecer la privatización de las cajas nacionalizadas, garantiza los créditos fallidos de éstas. El propio De Guindos reconoce que las pérdidas por este último concepto podría ser de 15.000 millones solo en la CAM. Podríamos seguir con el “banco malo”, la SAREB que ha absorbido más de 50.000 millones de euros de los denominados “activos tóxicos” de las entidades financieras (bancos y cajas). Y se redondea el círculo con los beneficios fiscales de que gozan a través del Impuesto de Sociedades. El IS ofrece a todas las empresas (y como no a los bancos) la posibilidad de compensar sus beneficios futuros con pérdidas pretéritas (créditos fiscales), de tal manera que entidades como Bankia (que nos ha costado más de 22.000 millones de euros) no tendrá que pagar impuestos en bastantes años. Y no solo las antiguas cajas, por ejemplo el Santander podrá reducirse en el futuro la no despreciable cantidad de cerca de 18.000 millones. Parece ser que hasta los que presumen de no necesitar de ayudas públicas también las obtienen en forma de reducción de impuestos.

A pesar de todo parece razonable que un sector estratégico para el correcto funcionamiento de la economía no quede más remedio que recatarlo cuando atraviesa dificultades para evitar el colapso económico. Lo que ya no es igual de razonable es que una vez que se ha saneado se devuelva al sector privado. Estamos en una etapa histórica en que solo se ven virtudes a lo privado y defectos a lo público. Lo que sí es cierto es que la banca pública en este país, que se englobó en Argentaria y se privatizó, tenía un funcionamiento tan razonable como cualquier entidad privada. También es verdad que las cajas de ahorro, que (sin ser fundacionalmente públicas) han estado dirigidas por políticos (en muchas ocasiones sin grandes conocimientos financieros) que no han actuado como profesionales del sector, han sido las que han sufrido la principal debacle. Pero no conviene olvidar que en otros momentos las crisis financieras se han producido, por ejemplo, por las inversiones industriales de los bancos. O también el hecho de que todas las entidades participaron de la orgía hipotecaria de este país en la que se concedían créditos sin exigir razonables garantías a los prestatarios. A fin de cuentas prácticamente todas las entidades financieras han obtenido pésimos resultados en estos años en nuestro país aunque la internacionalización de los grandes bancos (y no solo su gestión apolítica) les ha permitido capear el temporal con beneficios globales.

Los defensores de que solo lo privado funciona con el desastre de las cajas ya tienen argumentos para justificarlo todo, sin tener en cuenta que también los bancos han necesitado apoyo público. Justificar por ejemplo que unas entidades como Bankia o Catalunya Caixa, que se han reflotado con dinero público, vuelvan a privatizarse como si realmente fuera la garantía de que no se producirán nuevas crisis del sistema. Un sector sistémico, clave para el adecuado funcionamiento de la economía y fuertemente regulado no debiera importarnos que fuera público. No se trata de nacionalizar todas las entidades financieras (cuyo coste económico sería inasumible para las arcas públicas a no ser que se expoliaran) pero al menos, una vez que las hemos tenido que nacionalizar con nuestros impuestos, no debiéramos regalarlas de nuevo a la espera de que la nueva crisis financiera la tengamos que resolver con el dinero de todos. Imagino que no sería tan difícil que estuvieran gestionadas por verdaderos profesionales y que actuaran siguiendo criterios de mercado.

No nos dolería tanto tener que rescatarlos si cuando ofrecieran dividendos estos revirtieran en el erario público. No es mala para los banqueros la teoría que se impone de nacionalizar las pérdidas y privatizar las ganancias. Tampoco se podrán quejar de que su aportación fiscal a lo largo del tiempo sea prácticamente nula. No se podrán quejar si saben que cuando lleguen las vacas flacas papá estado acudirá en auxilio de sus aventureros hijos. Así yo también me hago liberal.
 
Fermín.

domingo, 21 de diciembre de 2014

EL PATRIOTA IGLESIAS


En las pasadas elecciones europeas sorprendió la aparición de una nueva formación política, Podemos, liderada por el profesor de Ciencias Políticas y tertuliano Pablo Iglesias. Las encuestas le daban una expectativa de uno o dos europarlamentarios pero en ningún caso era previsible tan fuerte irrupción en el escenario político.

Las principales causas parecen ser la gravedad de la situación económica así como el clima de corrupción (casi cada día aparecen novedades al respecto) de los partidos políticos tradicionales en el que nos encontramos. La ciudadanía parecía más dispuesta a aceptar los trapicheos de los corruptos cuando la situación económica era más boyante. En la actualidad, con un gran número de ciudadanos atravesando reales dificultades tanto latrocinio les resulta intolerable. La reacción ciudadana es lógica, aunque quizá podría pensarse que pudiera haber optado por otras formaciones como UPyD que no está envuelta en casos de corrupción o incluso mirando hacia la izquierda, IU.

Parece ser que el elegido ha sido Podemos y esto ha hecho que nuestro estable sistema político haya sufrido una real convulsión como reflejan las encuestas. En cualquier caso la fiabilidad de las encuestas, que ya históricamente se ha demostrado que fallan más que una escopeta de feria, es aún si cabe más dudosa. Los expertos en demoscopia para intentar conocer cual es el estado de la opinión de la ciudadanía se ven obligados a realizar una serie de correcciones sobre los resultados brutos de las mismas. Estas correcciones (que se conocen como cocina) se basan en consideraciones de carácter sociológico (voto oculto, recuerdo de voto, etc.) del pasado más o menos reciente. Se da la circunstancia de que no existen antecedentes de la situación actual (particularmente con Podemos) que puedan dar a los sociólogos y estadísticos referencias fiables. Por tanto ahí el cocinero da rienda suelta a su imaginación y creatividad a la hora de confeccionar el plato. Ya se sabe que no es lo mismo cocinar para La Razón que para El País (que tienen diferentes gustos culinarios) y esto puede explicar las importantes divergencias entre las encuestas de los diferentes medios. Se puede concluir que, si bien las encuestas nunca han sido de gran fiabilidad, en la actualidad lo son aún menos. Lo único que se podría entresacar es que el bipartidismo pudiera convertirse en tripartidismo, sin entrar en que orden quedarían.

Esta situación ha provocado gran nerviosismo entre los principales partidos. Particularmente los medios de la derecha (no se sabe si para perjudicar al PSOE) son realmente beligerantes. Intentan buscar y destacar las más mínimas irregularidades de la nueva formación. Hasta la jefa del PSOE, Susana Díaz, salió presta ante los medios de comunicación a indicar que Errejón debía devolver el dinero público si incumplió el contrato de su beca.

La estrategia de los grandes partidos para combatir a Podemos no parece dar resultado. En asuntos de corrupción tratan de equiparar los (de momento) pecados veniales de Podemos con el saqueo que han llevado a cabo dirigentes o personas vinculadas a estos partidos. Realmente será difícil convencer a la población de la bondad de PP y PSOE en tanto estos partidos (aunque se llenan la boca con la expresión regeneración democrática) no limpien realmente sus casas. Si Rajoy, aunque se observe una obligada y tímida reacción, ha permitido lo que ha permitido en el ejercicio del poder de su formación (Comunidad Valenciana, Gürtel, Bárcenas, etc.) o si, por ejemplo, Susana Díaz, reacciona con esa presteza ante los 1.800 € de Errejón y no se le escucha nada sobre los millones y millones de los ERE o los cursos de formación la estrategia parece contraproducente. Realmente quizá lo que debieran hacer estos políticos, si realmente creyeran en sus ideas y no tanto en sus propias carreras, sería dar paso paulatinamente a nuevas personas (que no necesariamente tengan que ser jóvenes, sino estar exentos de hipotecas) e iniciar su retirada. Es evidente que los políticos que o han participado en estos hechos o han mirado para otro lado mientras se producían no son los más indicados para solucionar la situación. No es de recibo que sea el zorro el que cuide de las gallinas.

Si para detener el avance de Podemos, corrupción aparte, solo nos ofrecen resignación ante la realidad económica así como apelar al discurso del miedo (recuerda la aversión al socialismo, que ente otras causas nos condujo al 23F, o a cuando Felipe decía que Aznar prácticamente iba a eliminar las pensiones), no muestran más que la pobreza de ideas en que nos encontramos, así como lo difícil que ha de ser nuestra actual situación.

En las pasadas europeas, con menos de un 50% de participación, la suma de votos de Podemos e IU (a la que el alegre Monago no considera de extrema izquierda) casi superaba los mejores resultados de Anguita en unas generales, en las que siempre se produce una participación muy superior. Es un verdadero error considerar que un 20, 25 ó 30 % del electorado se ha hecho de extrema izquierda de la noche a la mañana.

Podemos es un fenómeno transversal aunque evidentemente sus líderes proceden de una izquierda radical. Iglesias se presentó en las europeas como un Pepito Grillo, como voz de la conciencia de una población hastiada. Su intención sería conseguir uno o dos eurodiputados a lo sumo. En vista del inesperado éxito se ha visto obligado a cambiar de discurso y estrategia. Iglesias es consciente de que aunque difícil no es imposible gobernar o al menos influir en el gobierno y para ello está evolucionando, si no en sus ideas, si en sus propuestas. Está matizando su discurso de las europeas y ya sus intenciones se muestran más realistas, camina hacia la socialdemocracia. Algo que suele suceder en los políticos que aspiran al poder.

En pro de esa transversalidad recientemente se declaró patriota y propuso la supresión de la presencia norteamericana (parte de la derecha de este país es antiyanqui ya que aún recuerdan la guerra de Cuba) en nuestro país y la salida de la OTAN . Lógicamente al orgullo de ninguna nación le gusta mantener en su territorio fuerzas militares que, aunque aliadas, no dejan de ser extranjeras. En cualquier caso esto no deja de ser un claro error estratégico. El peligro ya no la Unión Soviética. El potencial enemigo de España no es tampoco Francia o la Pérfida Albión como han sido a lo largo de la historia, sino que éste se llama Marruecos. El interés de EE.UU. fundamentalmente es el control del Estrecho. Si se les expulsa de aquí Mohamed VI los acogería con los brazos abiertos y esto ya no garantizaría ni la neutralidad estadounidense en caso de que nuestro amado vecino decidiera liarse la manta a la cabeza. De todas maneras en el improbable caso de que llegara al poder ya el CNI lo pondría al tanto, no solo de lo que está al alcance de cualquier observador, sino de los movimientos que vaya haciendo Mohamed VI y daría marcha atrás. Algo así como la conversión de Felipe que pasó del “OTAN de entrada No” a tomarse como un asunto personal la permanencia en la OTAN en el famoso referéndum.

Podemos simplemente hay que considerarlo como una fuerza más del espectro político y criticar lo que tenga de criticable con seriedad. Algo así como lo que hizo Ana Pastor en la entrevista de La Sexta y no con exageraciones aderezadas con falsedades como las de Eduardo Inda (que tiene por costumbre quedar en evidencia), la sección diaria que les dedica 13TV (su salario empezó siendo de 8.000 € y ya parece que va por los 22.000 €) o la encerrona (de la que salieron escaldados como probó la actividad de las redes sociales) que le prepararon en la televisión pública después de ningunearlo durante meses. Estas actuaciones, exentas de rigor, da la impresión de que incrementan el apoyo electoral a Podemos.
 
Fermín.

domingo, 14 de diciembre de 2014

LEONOR DIFÍCILMENTE REINARÁ


Titulando así parece propio de un peligroso magnicida republicano. En todo caso dejémoslo solo en republicano.

Podríamos intentar realizar un poco de política-ficción y aventurar en que situación podríamos encontrarnos de aquí a unos 30 años cuando, si no ocurre ninguna desgracia, a Leonor le tocara sustituir a su padre en La Jefatura del Estado.

Las encuestas con que nos encontramos en la actualidad indican que la población española partidaria de la Monarquía supera a la republicana, más aún desde la abdicación de Juan Carlos I. Pero debemos analizar las encuestas algo más allá y entonces nos encontramos con que cuanto más joven es la población mayor es el número de republicanos y que cuanto mayor es la formación mayor es también el número de partidarios de la república. La República es la forma de Estado preferida por los menores de 45 años, pero a partir de esa edad se escoge la Monarquía. Se da la circunstancia de que las personas que ahora tienen 45 años tenían 9 años cuando se votó la Constitución y que no se les ha permitido decidir sobre su forma preferida de Estado.

Cierto es que la Monarquía es abrumadoramente preferida por los mayores de 65 años. Pero el inexorable paso del tiempo hará que estos desaparezcan y los que ahora tengan 45 años y pasen a tener más de 70, si mantienen sus actuales convicciones, hagan que hasta los más mayores sean republicanos. Lo cierto es que la juventud, aunque sea conservadora, no entiende ni entra en sus valores ni en la educación que han recibido que una determinada familia de este país tenga una serie de privilegios institucionales sobre el resto. Además la población cada vez está más formada lo que también perjudica a la Monarquía.

Felipe VI debe ser consciente de ello y desde su llegada al trono ha tomado algunas medidas de transparencia, ha prohibido a la Familia Real ejercer actividades privadas o ha limitado el valor de los regalos que pueden aceptar. Todo ello con el objetivo de conseguir una mayor aceptación entre los españoles. Pero esa no es la cuestión, sino que la misma radica en el hecho de la falta de legitimidad democrática real de su cargo. Un Jefe de Estado debe serlo por votación de sus ciudadanos y no por que tenga mayor o menor aceptación en las encuestas y así se decidiera hace más de 35 años.

La Constitución, que nos obligaron a votar como un todo, blinda en la práctica la institución monárquica pero la misma establece una serie de derechos y mecanismos que los republicanos hemos de usar para acabar con este anacronismo feudal. El artículo 20 consagra el derecho a la libertad de expresión y el 21 el derecho de manifestación (al menos en tanto este gobierno no nos lo prohíba). El artículo 92 establece la posibilidad de referéndum para las decisiones políticas de trascendencia (aunque solo sea consultivo).

Por otra parte hay que tener en cuenta que el principal baluarte de la Monarquía no es tanto el PP (al que se le supone) como el PSOE, que aunque republicano en sus principios, acepta la actual situación. Pero se da la circunstancia de que fuerzas emergentes a su izquierda, como Podemos, pueden obligarle a modificar sus posiciones para frenar la sangría de votos que le puede suponer. Con unos socialistas más proclives a la república y la presión ciudadana quizá sea el propio Felipe VI el que se viera obligado a solicitar a las Cortes la necesaria reforma constitucional del Título II que hasta el propio PP se vería obligado a aceptar.

La República quizá sea solo cuestión de paciencia y no se debe caer en el error de pedir la convocatoria de un referéndum que, en el quimérico caso de que se celebrara, con el estado de opinión actual supondría la legitimación del sistema monárquico durante más décadas de lo deseable.

Con ello conseguiríamos elegir a nuestro Jefe de Estado por sufragio como sucede en otros países. Utilizan los monárquicos, para legitimar la institución, argumentos como el de que existe en otros países con gran nivel de desarrollo. Cierto es, pero no lo es menos que el devenir de la historia está llevando a una disminución del número de monarquías. Nos dicen también que hay repúblicas más caras que la Monarquía española, pero no es menos cierto también que una república nos costaría lo que quisiésemos pagar por ella; si tenemos que los salarios de nuestros políticos son de los más bajos de Europa carece de sentido argumentar que la República sería más cara. Hay que tener también en cuenta que el coste de la Monarquía no solo consiste en la asignación consignada en los Presupuestos Generales del Estado. Por ejemplo todo el despliegue policial para que esta privilegiada familia disfrute de sus vacaciones corre a carga del Ministerio del Interior.

Evitaríamos que el único español constitucionalmente irresponsable tuviera la desfachatez de decirnos en su mensaje navideño de 2.011 que la justicia es igual para “todos”. Tampoco sucedería nada si en caso de tener que hacer uso de la sanidad privada la pagase de su bolsillo (unos 300.000 € anuales de salario) y no de la asignación presupuestaria de la Casa Real que no deja de ser dinero público. Y si no que pase a engrosar las listas de espera de la mejor sanidad pública del mundo como el resto de los ciudadanos. Además no es solo que este señor disfrutara de un generoso salario público (unas cuatro veces más que Rajoy) sino que al parecer posee un patrimonio que el pacto de silencio de las principales fuerzas políticas evita que podamos conocer a cuanto asciende y como lo ha conseguido. Parece ser que en este país (como ha sucedido con Jordi Pujol) determinada información solo se consigue cuando interesa hacerla pública.

Quizá también se lograra que abonara su propia asistencia jurídica y no hiciera uso de la fiscalía (no solo en el caso de hija) para que procediera a su defensa. Me refiero en este caso a las dos demandas de paternidad que tiene ante el Supremo y en las que la propia fiscalía pide su no admisión a trámite (es muy barata hoy día la prueba de paternidad). Se da la circunstancia de que uno de ellos, Alberto Solá Jiménez, es varón y mayor que Felipe VI, por lo que de probarse su filiación podría ocasionar un verdadero problema de legitimidad del actual rey. Los juristas entenderán de ello pero la Constitución establece en su artículo 57 que el primero llamado a la sucesión será el mayor de los hijos varones y en el 39 la igualdad de los hijos ante la ley independientemente de su filiación. Siempre es más fácil bloquear la posibilidad de que se conozca si es realmente su hijo, por cuestión de Estado, aunque en el propio artículo 39.2 se establezca que la ley posibilitará la investigación de la paternidad. De tal manera que tampoco es tan complicado inferir que una Jefatura de Estado de carácter hereditario, amén de sus carencias democráticas, puede llegar a crear reales problemas institucionales.

Mirando el lado positivo corre la noticia de que los familiares de Dumbo barritan aliviados en la sabana africana.
 
Fermín.

domingo, 7 de diciembre de 2014

¿JUSTICIA O VENGANZA?

El concepto de justicia es un concepto antropológico que surge del ser humano, ser consciente de su propia existencia, con desarrollada capacidad de raciocinio y animal social. Se trata de una especie de principio de acción- reacción. Los hechos se pueden valorar y un determinado acto ha de tener su compensación.

El sentido de justicia es inherente por tanto al propio ser humano y tiene su origen en el principio de los tiempos. Las religiones aunque, como la cristiana, nos hablen de la trascendentalidad del hombre, ya establecieron una serie de normas de comportamiento terreno y un sistema de premios y sanciones (que denominan justicia divina). Los griegos lo analizaron filosóficamente y Roma introdujo el Derecho.

Evidentemente como animales sociales e inteligentes debemos establecer una serie de normas de convivencia y cuando existan conflictos entre miembros de la sociedad debe intentar resolverlos la justicia. Simplificando un sistema judicial distingue entre asuntos de carácter civil y penal. Los primeros se pueden intentar solucionar mediante alguna compensación económica o de otro tipo, la solución penal es aun más compleja.

En el terreno penal, a partir de una determinada gravedad las sanciones se convierten en un castigo que fundamentalmente consiste en la privación de la libertad o en determinados países, incluso algunos que presumen de democráticos y respetuosos con las libertades y derechos de las personas (como EE.UU. y Japón), llegan a ejecutar a los reos.

La pena de privación de la libertad (obviemos la pena de muerte) puede tener varias finalidades. Una sería, la más progresista, la reinserción social del delincuente. Aplicando el utilitarismo, tendríamos el sentido disuasorio de la pena (aviso a navegantes) y recluir al delincuente para evitar que continúe con sus actividades. Y por último, quizá su fin más antiguo, el retribucionismo, es decir, que independientemente de los beneficios que se obtengan, cada delito ha de tener un castigo supuestamente proporcional.

La justicia penal fracasa en buena parte de sus objetivos. Quizá funcione y tenga sentido en su visión utilitarista pero no en el resto. La reinserción social, salvo contadas ocasiones, no se consigue. Ingresar en prisión a un joven delincuente suele traer como consecuencia que su estancia en la misma le suponga un doctorado en delincuenciología. Ingresar a un delincuente de cuello blanco no aporta nada en su reinserción, ya que como dice Florentino Pérez: “Del Nido está reinsertado”. El entenderla como castigo (retribucionismo) no es más que utilizar un eufemismo de la palabra venganza, dar una satisfacción fundamentalmente a los familiares de la víctima. Pero realmente no aporta nada más, los propios familiares en casos de asesinato no encuentran compensación, por duro que sea el castigo (incluso pena de muerte). Realmente lo que los familiares desearían sería algo que ya no se podría conseguir.

En cierta cantidad de ocasiones se consigue la reinserción del delincuente. Pero no creo que ninguna familia consiga ni consuelo ni satisfacción con la pena del reo, aunque en ocasiones, como en EE.UU., monten el espectáculo de ejecutarlo con testigos. No creo que aporte nada al familiar ver como agoniza el asesino condenado en firme; ni en la más civilizada Europa, que pase años y años en prisión. Por tanto, quizá, lo que realmente aportan las sanciones penales es la disuasión y apartar de la sociedad a los individuos que supongan un peligro para ella.

Escribo esto por la noticia conocida esta semana de la excarcelación del etarra Santi Potros por la Audiencia Nacional. Causa asombro observar como hasta la vicepresidenta, que sistemáticamente presume de respetar las decisiones judiciales, ha criticado dicha resolución judicial. Evidentemente tienen una clara intencionalidad electoralista para agradar a los votantes y medios afines. En un Estado de Derecho, si se quiere que se estime como tal, se han de respetar la separación de poderes y las reglas con que nos dotemos. En ocasiones los políticos, con el fin de obtener el favor del pueblo, no respetan las formas o incluso llegan a presionar a la judicatura (politizada en exceso en sus más altas instancias) para que tomen decisiones como la llamada doctrina Parot (que iba contra la propia Constitución y el sentido común como nos dijeron desde Europa).

Este individuo ha pasado 27 años en prisión y aunque ahora la abandone lo que sucederá simplemente es que no estará entre rejas, pero permanecerá en la propia cárcel mental que supone su fanatismo, y su necesidad de autoconvencerse del sentido de lo que hizo y de que su existencia no ha sido un fracaso. Para él (como para otros) conseguir realmente la libertad le supondría ver una realidad que no le va a gustar y que podría llevarle a la locura que supusieron sus actos. Digamos que en el pecado va la penitencia y hoy, que me siento hasta cristiano, diré que de lo que realmente es digno es de compasión.
 
Fermín.