El problema nacionalista se intentó resolver, sin éxito, con la implantación del “Estado de la Autonomías”, dotándose a éstas con una capacidad de autogobierno difícil de encontrar en el resto del mundo. Sin embargo las presiones nacionalistas persistieron y persisten hoy día, más acentuadas si cabe.
No toda la responsabilidad es del nacionalismo. La responsabilidad también recae sobre los sucesivos gobiernos centrales que, en vez de llegar a acuerdos para cerrar de una vez por todas el sistema autonómico, estableciendo de forma meridiana las competencias que deben corresponder a cada nivel de la Administración, no han dejado de ceder ante el nacionalismo con la vana esperanza de saciar sus apetencias. Unos, los vascos, aprovechándose de la presión terrorista de una banda de criminales (no es mía la frase de “ETA mueve el árbol y el PNV recoge las nueces”). Otros, los catalanes, vendiendo el apoyo parlamentario a los gobiernos centrales a cambio de más y más cesiones competenciales y de financiación.
Ciñéndonos a Cataluña. Ya en 1.993 Felipe consiguió su apoyo a cambio de diversas concesiones, con la cesión parcial del IRPF a la cabeza. Se superó Aznar en 2.006 quien, tras una desagradable campaña electoral anticatalanista, al no conseguir su pretendida mayoría absoluta (eufemísticamente llamada mayoría suficiente) tuvo que realizar ante Pujol cesiones inauditas. Mayores concesiones en el IRPF, no recurrir ante el Constitucional la Ley de Política Lingüística (ley que impide a muchos escolares recibir la educación en su propio país en su lengua materna, que proscribe en la práctica al español de la vida pública y que llega al paroxismo al obligar a rotular en catalán) e incluso algo tan sorprendente como vetar a Vidal-Quadras como líder popular en Cataluña (Pujol decidiendo quien no debía encabezar otro partido catalán). Es alucinante hasta donde puede llegar el intervencionismo de los políticos en la vida de los ciudadanos. Aznar, con evidentes intereses cortoplacistas, firmó, firmó y firmó.
El desafuero continuó. Cuando, a diferencia de la transición, no existía una demanda social real, los políticos (que elegimos para que nos solucionen nuestros problemas y tienen la virtud de crearnos más) iniciaron un proceso de aprobación de nuevos estatutos de autonomía (si establecemos la analogía entre constituciones y estatutos, tenemos que la norteamericana tiene más de dos siglos y lo único que han hecho ha sido enmendarla), cuando no llegaban a las tres décadas de vigencia (todos, populares, socialistas, IU y catalanistas). Todos estos estatutos se aprobaron por los cuerpos electorales, pero con porcentajes de participación ridículos (en Andalucía en torno a un paupérrimo 36%). El gobernante más inepto que ha sufrido nuestra reciente democracia (Rodríguez Zapatero) no tuvo mejor ocurrencia que garantizarle al nacionalista Maragall la aprobación por las Cortes del Estatuto que aprobara el Parlament. Después se vio obligado a recular, pero el daño estaba hecho. Los catalanes vieron como su voto directo en referéndum se vio anulado en parte por el Constitucional habida cuenta de que parte de él tenía evidentes divergencias con la Carta Magna. Legal, pero difícil de entender por la población. Todo sin necesidad.
Un sistema educativo controlado por el nacionalismo, una imposición de una cultura sobre otra establecida legalmente, una crisis económica cuyos precedentes datan de la Gran Depresión, un sentimiento catalán de que Madrid no respeta sus decisiones, entre otras razones, han creado el caldo de cultivo para que nos encontremos en la actual situación.
Artur Mas se ha mostrado como un político cobarde que en vez de tomar el toro de la crisis por los cuernos (la situación catalana también tiene causas en la nefasta gestión del tripartito) no tuvo mejor idea que plantarse en Moncloa y plantearle un ultimátum a Rajoy (“o me das beneficios económicos y más competencias o levanto el pueblo catalán con el espantajo de la independencia”). Esto es a todos luces inaceptable por un gobernante sea socialista o popular. Máxime teniendo en cuenta el alto déficit público que obligaría a quitar a otros lo que se diera a Cataluña. La negativa era lógica. Mas inició su huida hacia delante tomando decisiones unilaterales como convocar una llamada consulta pseudoindependentista y hasta formuló las preguntas. Evidentemente con políticas de hechos consumados no se hacen las cosas.
Los nacionalistas han prometido a los catalanes el paraíso terrenal en Cataluña. Una reducción del desempleo a cotas idílicas (cuando actualmente supera el 20%), mayor bienestar. Llegan a hablar de que van a conseguir la libertad. Junqueras llegó a declarar la posibilidad de doble nacionalidad cuasi generalizada. Otra dirigente de ERC declaró que la causa de la corrupción en Cataluña era su pertenencia a España. Y por supuesto, el Barça en la liga española, que jugando contra Girona o Sabadell no se recauda para pagar los veinte milloncitos a Messi. Etc., etc.
Esta moto la compra cualquiera, tanto los que se sienten nacionalistas como aquellos que no siéndolo viven una difícil situación económica. Pero no resiste el más simple análisis. Y Mas lo sabe. Con el desastre económico que supondría, ¿cómo se les puede plantear a los catalanes que iban a imponer las condiciones?, ¿que el resto de los españoles (evidentemente más bajitos, feos, vagos, ignorantes, etc. que los nacionalistas) aceptaríamos sin más su independencia?, ¿que nuestros mercados continuarían abiertos para los productos catalanes?, ¿que no saldrían de la UE y por tanto no sufrirían aranceles? Seremos más tontos pero, ¿tanto?
Les hablan de conseguir la libertad cuando no sería más que cambiar de dueños. Dueños no menos corruptos que curiosamente plantean entre sus primeras reivindicaciones la independencia judicial y las competencias tributarias. Tienen transferidas las competencias de instituciones penitenciarias y las usan para hacer la vida en prisión menos dura a sus amigos. Conocido lo que se conoce, ¿alguien tiene dudas del porqué de estas reivindicaciones?
La propuesta de Junqueras tiene su gracia, poco menos que decirles a los catalanes que los que lo deseen podrían seguir siendo españoles. Pero señor Junqueras, ¿que Estado aceptaría que dos, tres, cuatro millones de habitantes de un país extranjero (50% o más de su población) pudieran votar en su territorio?. Poco menos que proponer que ni con su independencia nos libraríamos del chantaje nacionalista. Más seriedad.
Sobre la dirigente de ERC el comentario que se me ocurre es admitir mi responsabilidad en los trapicheos de Pujol. Y lo de Messi, muchos votos que mueve el fútbol.
Todo esto la sabe Mas, quien no persigue la independencia (otra cosa es ERC). Mas lo que pretende con el referéndum es (gane o pierda) presentarse ante Rajoy con un importante apoyo ciudadano para exigir más competencias y financiación. Mas no quiere la independencia porque se le acabaría el victimismo, el culpar de todos los males a Madrid, y tendría que asumir la responsabilidad de un verdadero dirigente. Pero el proceso se le ha escapado de las manos. Ya no lo controla.
Mas es un cadáver político desde que fracasó en las últimas elecciones autonómicas. Solo queda firmar su partida de defunción que se producirá en las próximas elecciones catalanas. Ha abierto la Caja de Pandora y el proceso está en marcha. Su legado: incremento de la animadversión entre catalanes y el resto, y lo peor para Cataluña, división entre la ciudadanía catalana, entre amigos y familiares que eluden hablar de cuestiones políticas. Para algunos pretendía pasar a la historia como el liberador de la nación catalana. Ya nos decía un profesor de filosofía en clase que entre lo sublime y lo ridículo solo hay un paso. Él se irá a jugar por las tardes al Monopoly con Pujol y nos deja el marrón a los demás.
Las manifestaciones de estos años (como la última Diada) nos muestra a las claras el sentir de la sociedad catalana. La consulta no se celebrará, todo quedará en nuevas cesiones de Madrid que ya no evitarán la frustración entre la ciudadanía catalana. Provocarán las reacciones de otras comunidades, y no solo socialistas, ya escucho a Monago, a Núñez Feijoó, a Ignacio González, etc.
La semilla del rencor (gracias a políticos como Mas que la han sembrado) ha germinado. Todos nos veremos obligados a convivir despreciándonos. No hay más que ver el odio que destilan las palabras de algunos supuestos analistas políticos de uno y otro lado. La situación se puede convertir en insostenible. Preveo que acabará produciéndose la independencia (no me atrevo a poner plazo) porque las cesiones no pueden ser ilimitadas.
Solo queda proponer al resto de españoles algo que no harán ni Rajoy ni ningún otro (ninguno querrá pasar a la historia como el que permitió la independencia de Cataluña). No es otra cosa que decir que los cuatro días que nos tocan vivir hay que pasarlos de la mejor manera posible y no debemos encabezonarnos con una idea de patria caduca. Hay que ser civilizados. Es una pena porque seguro que a muchísimos catalanes no les va a gustar. Pero cuando una persona no quiere vivir con otra no se le puede obligar a ello. En esos casos el menor de los males es el divorcio, algo traumático para todos. Si Cataluña lo pidiera habría que concedérselo. Después (cada parte tendría su posición negociadora) se decidiría quien se queda con los niños y el piso. En estos pleitos el que abandona el hogar familiar suele acabar condenado en costas.
Fermín.
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